La rivalidad entre las hinchadas de dos selecciones nacionales de países vecinos es un clásico que se suele agotar con la finalización del partido. Pocos deportes despiertan tanta pasión como el fútbol y quienes lo sentimos así solemos expresarlo genuina y eufóricamente.
En vísperas de la final de la Copa América, los cantitos de ambas parcialidades han incluido a las islas Malvinas. En el caso argentino, han implicado fuertes “cuestionamientos” a la posición chilena.
En este contexto, me gustaría enfatizar que Argentina sólo tiene palabras de agradecimiento respecto de las actitudes que Chile ha llevado adelante a partir de la recuperación de su democracia. En todos los foros multilaterales, regionales y globales Chile ha sostenido una firme posición de apoyo al reclamo argentino de soberanía sobre las islas Malvinas.
Hace pocos días, por ejemplo, fue Chile quien presentó en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas el proyecto de declaración a favor de resolver en forma negociada con el Reino Unido el diferendo de soberanía sobre las Malvinas. Fue emocionante escuchar al hermano chileno defendiendo nuestros derechos.
Semanas atrás, el actual ministro de Interior chileno, Jorge Burgos, en ese momento a cargo de la cartera de Defensa, sintetizó la posición del pueblo chileno respecto de la actitud que tomó Pinochet durante el conflicto armado del Atlántico Sur: “La inmensa mayoría de los chilenos no estamos orgullosos para nada de la actitud de la dictadura durante la guerra de Malvinas”. Actitud de colaboración con los británicos que fue reconocida por Margaret Thatcher al reclamar por la libertad de Pinochet cuando fue detenido en Londres por sus reiteradas violaciones a los derechos humanos en Chile. La liberación de Pinochet confirmó que al gobierno del Reino Unido sólo le preocupan los derechos humanos cuando sirven como argumento para perpetuar su política colonial en el mundo, no para condenar las dictaduras que torturaron, desaparecieron y asesinaron en esta parte del planeta.
Hay que señalar, por otra parte, que los argentinos tampoco estamos orgullosos de las actitudes y políticas llevadas adelante por la dictadura que nos asoló entre 1976 y 1983. Por ello, no sólo reivindicamos diariamente nuestra democracia, sino que trabajamos fuertemente por medio de la Justicia para lograr el castigo a las violaciones a los derechos humanos cometidas en esa dura etapa.
Recordemos también que ambas dictaduras intentaron generar un conflicto armado entre nuestros países por cuestiones limítrofes. Fue el papa Juan Pablo II quien tuvo el gesto histórico de ofrecer una misión de paz entre ambas naciones “para buscar juntos las posibilidades de una honorable solución pacífica para este problema”. Esta actitud evitó el derramamiento de sangre entre hermanos.
Toda la historia de la región está cruzada por intentos de los grupos hegemónicos de generar hipótesis de conflictos entre países hermanos con el objetivo de desunir a los pueblos como estrategia de dominación.
Por suerte, la recuperación de las democracias en el continente y el surgimiento de liderazgos que priorizaron la integración regional como estrategia de desarrollo soberano, han dejado atrás esa etapa.
Muestra de ello es la reciente reunión que mantuvieron nuestras presidentas, Cristina Fernández de Kirchner y Michelle Bachelet, el pasado mes de mayo. Durante la misma Bachelet expresó “el respaldo del gobierno y del pueblo de Chile a los legítimos derechos de soberanía de la República Argentina sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes”.
Este sábado nuestras selecciones de fútbol se enfrentarán en el campo de juego y las hinchadas lo harán con sus cantitos desde las tribunas. No puede ser de otra manera. El domingo los pueblos argentino y chileno seguirán trabajando para desterrar los prejuicios y construir juntos el futuro de soberanía, justicia, paz y felicidad que próceres como San Martín y O’Higgins soñaron para América latina.