La campaña sucia realizada contra Daniel Scioli desde las usinas de Mauricio Macri y Durán Barba es una respuesta a la importante victoria electoral que obtuvo la fórmula Scioli-Zannini en las PASO del 9 de agosto. Es la desesperación frente a la posibilidad cierta de que el proyecto iniciado en mayo de 2003 continúe su marcha y avance en la construcción de un país con mayor crecimiento y justicia social.La campaña sucia realizada contra Daniel Scioli desde las usinas de Mauricio Macri y Durán Barba es una respuesta a la importante victoria electoral que obtuvo la fórmula Scioli-Zannini en las PASO del 9 de agosto. Es la desesperación frente a la posibilidad cierta de que el proyecto iniciado en mayo de 2003 continúe su marcha y avance en la construcción de un país con mayor crecimiento y justicia social.
No nos sorprende este tipo de campaña llevada adelante desde el PRO. Yo la sufrí personalmente en las elecciones a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2011. En ese momento sostuvimos que si lo que habían hecho Macri y Durán Barba quedaba impune, seguramente se iba a repetir y eso es lo que está ocurriendo ahora. En aquella ocasión se hicieron más de veinte grabaciones diferentes simulando una encuesta: todas con infundios y ninguna sustentada con la realidad. La más grave fue la que hicieron respecto de mi padre, que en aquel momento tenía 88 años: decían que era arquitecto y trabajaba para Sergio Schoklender. Hubo 1,3 millones de llamadas, no se hizo nada para detenerlas.
Tras nuestra denuncia, la jueza federal Servini de Cubría logró allanar el lugar desde donde, según la información que brindó la empresa Telecom, partían las llamadas, que se triangulaban desde los Estados Unidos: era una oficina de Durán Barba. Allí encontraron las grabaciones y entre la documentación que se halló estaban las facturas con las cuales se pagó todo, lo que significa que yo mismo -como contribuyente de la Ciudad de Buenos Aires- pagué una campaña sucia en mi contra, porque esas facturas estaban hechas a nombre del Gobierno de la Ciudad.
El PRO después logró que la causa pasara a la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires y el final era previsible: prescribió después de que no se investigó nada durante estos años. En realidad, sí se investigó, pero a mi padre, ya que el fiscal a cargo pidió como medida de prueba determinar si efectivamente era arquitecto, militante y trabajaba con Schoklender. También pidió medidas de prueba contra Hebe de Bonafini.
No hay que investigar tanto para saber de dónde salen estas campañas, simplemente hay que leer lo que escribe Durán Barba en su libro El arte de ganar: cómo usar el ataque en campañas exitosas. Entre otras cosas, en esa publicación se asegura: «No hay que olvidar que en muchas ocasiones el ataque desmesurado, el insulto, la calumnia, son parte de un espectáculo del que disfrutan los electores, crean o no en sus contenidos». Y en el capítulo dedicado a «¿Cómo destruir psicológicamente al candidato?», Durán Barba sostiene: «Cuando el propósito es alterar los nervios de una persona no importa realizar un ataque masivo. Nuestro objetivo es demoler psicológicamente a un ser humano. Hay que distinguir entre distintos tipos de ataque que se parecen sin ser lo mismo. En ocasiones, el ataque a un político fue tan brutal que su adversario se aniquiló psicológicamente, e incluso llegó al suicidio» (!!).
El mes pasado, en vísperas del balotaje para definir al jefe de Gobierno porteño, en el cual enfrentó a Horacio Rodríguez Larreta, el candidato de ECO, Martín Lousteau, denunció que ciertas «prácticas del PRO» le hacían acordar a las que «le hicieron a Filmus», en referencia a una encuesta telefónica que buscaba presionarlo para que se baje de la segunda vuelta electoral.
Los ataques que están recibiendo los candidatos del FPV Daniel Scioli, Carlos Zannini y Aníbal Fernández no tienen otro objetivo que difamar a quienes encabezan las fórmulas que garantizan la continuidad de las transformaciones a los efectos de confundir a la ciudadanía. La incapacidad de la oposición para discutir proyectos hacia adelante los obliga a buscar caminos que quiten del centro de la agenda el objetivo principal de una campaña electoral: poner en debate los modelos de país que están en confrontación en las elecciones de octubre. Sabemos que nuestro pueblo no se deja confundir y que reafirmará el camino que viene transitando con un amplio triunfo de la fórmula Scioli-Zannini. Esperamos que esta vez sí la justicia encuentre y castigue a los culpables de estas campañas sucias que desnaturalizan nuestra democracia. Sólo así garantizaremos que estas maniobras no se repitan.
Columna publicada en el diario Tiempo Argentino.