Artículo publicado en Página/12.
Por Daniel Filmus *
Las promesas de cambio también han llegado a las políticas sobre Malvinas. La actitud del gobierno encabezado por Mauricio Macri se asemeja al comportamiento de quienes sufren el Síndrome de Estocolmo. Como bien sabemos, este síndrome hace referencia a la “reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o abuso en contra de su voluntad desarrolla una actitud de complicidad y un sólido vínculo afectivo con quien lo ha secuestrado”. El objetivo de este comportamiento de la víctima es evitar, a través del “vínculo afectivo”, que el victimario incremente el nivel de agresión. Si consideramos que toda “usurpación” significa un abuso, entenderemos por qué la estrategia que Macri propone no se aparta de la que los psicólogos han utilizado para definir este síndrome. Recordando las palabras que expresó Guido Di Tella cuando intentó llevar adelante una política similar a la que hoy pretende implementar el Gobierno, se trata de “seducir” al usurpador. Para lograr este objetivo, en la década de los 90 el canciller de Carlos Menem no sólo firmó acuerdos que facilitaban la entrega del petróleo y la pesca de la Plataforma Continental Argentina, también envió a los isleños unos tiernos ositos Winnie the Pooh. Los resultados están a la vista.
La hipótesis que sostiene la estrategia de la política exterior estilo “Estocolmo” que pretende llevar adelante el actual gobierno se sustenta en la convicción de que los británicos no negociaron con la Argentina en los últimos años porque los gobiernos de Néstor y Cristina tenían una actitud muy dura con ellos. Desconociendo 183 años de historia de usurpación, Macri imaginó que bastaban la sonrisa y la obsecuencia para modificar la posición intransigente del Reino Unido. Por eso insólitamente calificó de “muy linda” la reunión de Davos, en la cual el primer ministro David Cameron le aclaró que de ninguna manera iban a conversar acerca de la soberanía sobre las Malvinas. Pero lo que ocurrió fue más grave: no existen antecedentes de que el gobierno argentino no haya replicado un comunicado como el emitido por el Foreign Office con posterioridad a la citada reunión. Era necesario dejar en claro que nuestra posición respecto al diálogo se basa en la Resolución 2065 de las Naciones Unidas, aprobada hace 50 años por la comunidad internacional sin votos en contra. Allí se afirma que el único camino posible para la resolución del diferendo por la soberanía exige una negociación bilateral entre el Reino Unido y la Argentina. Por eso ningún organismo multilateral o país del mundo reconoció la ilegítima consulta hacia los isleños a la que hizo referencia Cameron en la reunión.
Hay que destacar que para agradar a la potencia colonialista, Macri ya se había convertido en el primer presidente de la democracia surgida en 1983 que, al asumir su mandato, no mencionó el reclamo por las Malvinas.
En los últimos días, el gobierno nacional volvió a insistir en la estrategia de seducción al usurpador a través de artículos de fondo en los diarios con mayor difusión en el país. Prometió no colocar la “cuestión Malvinas” en el centro de la relación con el Reino Unido. Claro que no pudo prometer que iba renunciar a la soberanía sobre las islas. El imprescriptible reclamo de soberanía está taxativamente expresado en la Constitución Nacional, en los acuerdos unánimes del Congreso Nacional, en las convicciones históricas de quienes trabajan en nuestra diplomacia y en el corazón de todos los argentinos.
Sin embargo, la declaración de amor hacia quien mantiene ocupado por la fuerza una parte de nuestro país no alcanzó para seducir a los que no quieren nuestro cariño sino nuestras riquezas. En la misma edición, el periodista Gustavo Sierra, después de consultar a los funcionarios, sintetizó la posición británica al respecto: “… el gobierno conservador de Gran Bretaña no puede ser más claro respecto de la disputa por las Islas Malvinas. Todo menos la soberanía”. El vocero de los isleños también respondió a los artículos periodísticos al día siguiente:” … mientras que Argentina no renuncie al reclamo, estará errando el punto…”.
Lo que debe entender el gobierno de Macri es que ningún país logró su descolonización por haber estrechado el “vínculo afectivo” con la potencia colonizadora. Se trata de intereses, no de sentimientos. Parafraseando al recordado Juan Carlos Pugliese, no es una cuestión de corazón sino de bolsillo.
El Reino Unido es la potencia que administra 10 de las 17 situaciones coloniales que subsisten en el mundo. Todas éstas son islas y están ubicadas en lugares geopolíticamente estratégicos. En el Atlántico Sur poseen las islas de Santa Helena, de Ascención, de Tristán de Acuña, Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, entre otras. No están en Malvinas porque quieren defender la libre determinación de los isleños. Nunca votaron a favor de la autodeterminación de ningún pueblo del mundo en las Naciones Unidas. Están en Malvinas por las riquezas hidrocarburíferas, minerales, ictícolas y de biodiversidad que hay en la región; por la importancia estratégica que tiene el control del único pasaje bioceánico natural; porque les permite sostener la base militar más importante de esa zona del Atlántico Sur y porque aspiran a apropiarse de una porción de la Antártida cuando se vuelva a discutir el Tratado.
Estamos convencidos de que Argentina debe sostener las mejores relaciones posibles con el Reino Unido y con quienes viven en las islas Malvinas siempre que ello no implique retirar el reclamo por la soberanía o permitir que se lleven las riquezas que pertenecen a los 40 millones de argentinos.
De hecho, en los últimos años se ha profundizado la relación económica, académica, cultural y científica con Gran Bretaña y debemos apostar a que avance más aún. Los cambios a favor del diálogo en la opinión pública británica, especialmente en los jóvenes, que ha logrado nuestro trabajo en Londres y las posiciones del líder laborista Jeremy Corbyn en la misma dirección, ofrecen una oportunidad privilegiada para retomar la negociación bilateral.
Se trata de continuar avanzando en la consolidación del reclamo por la descolonización de Malvinas como causa regional y global a partir de la solidaridad y el apoyo recogidos por la Argentina en todos los foros mundiales. En proteger nuestras riquezas del Atlántico Sur de la voracidad colonial con toda la fuerza de la legislación nacional e internacional. De insistir con firmeza en la necesidad del diálogo bilateral con el Reino Unido respetando los intereses y el modo de vida de los isleños y de procurar tender todos los puentes posibles con los habitantes de Malvinas. Así se ha hecho recientemente con el ofrecimiento de becas para que sus jóvenes puedan estudiar en la Argentina continental.
En definitiva, se trata de sostener el reclamo por la soberanía en Malvinas como política de Estado, más allá de las diferencias partidarias, porque es una causa común a todos los argentinos.
Un giro hacia estrategias que se asemejan a las que llevan adelante quienes sufren “el Síndrome de Estocolmo” sólo pueden retrotraernos hacia las ya experimentadas “relaciones carnales” con las potencias hegemónicas. Los argentinos ya sabemos qué papel nos toca desempeñar en este tipo de relaciones. No lo queremos repetir.
* Parlamentario del Mercosur. Frente para la Victoria.