El Bicentenario es una ocasión propicia para el análisis de los logros obtenidos por nuestro país y también para dar cuenta de las asignaturas pendientes. Quiero destacar uno de los principales logros de la Argentina que, inexplicablemente, después de haber sido un objetivo demandado e incumplido durante décadas, hoy pasa desapercibido para los medios de comunicación que constantemente lo reclamaban. Por primera vez en la historia de la Argentina moderna se alcanza una inversión en educación, ciencia y tecnología del 6 por ciento del PBI. De esta manera, nuestro país pasa a ser uno de los tres de América latina y uno de los pocos en el mundo que cumple con la meta planteada como ideal por la Unesco. En un país donde la posibilidad de construir políticas de Estado y de cumplir con las leyes vigentes no ha sido frecuente, es necesario valorar este hecho como un logro del conjunto de la sociedad y de la casi totalidad de las provincias.
El cumplimiento de la Ley de Financiamiento Educativo no sólo permitió elevar la inversión en el sector, que en 2003 era del 3,7 por ciento de un PBI pequeño, que había sufrido una enorme caída por la crisis, al 6 por ciento de un PBI mucho mayor en 2010. También posibilitó ampliar la participación del Estado nacional en el financiamiento de la educación apoyando sustantivamente a las provincias, principalmente a las más postergadas. Ello permite avanzar en una mejor distribución regional de los recursos para la educación, luego de que en la década del ’90 les transfirieran a las jurisdicciones una gran cantidad de servicios educativos sin distribuir al mismo tiempo el presupuesto necesario para mantenerlos.
Entre los avances logrados a partir del aumento de la inversión, cabe destacar la recuperación del salario docente (más del 60 por ciento a valores constantes) y la creación del Fondo Salarial Nacional que permite colaborar desde la Nación con las provincias más carenciadas para que el piso salarial sea digno en todo el país y disminuyan las desigualdades entre provincias ricas y pobres. En 2003, la diferencia entre el salario inicial de las provincias que más sueldo pagaban y las que menos era de 1 a 3,5 veces. Gracias a la paritaria nacional y al piso salarial, hoy esa desigualdad es de 1 a 1,7. También ha sido posible recuperar las escuelas técnicas, prácticamente de-saparecidas hasta la aprobación de la Ley de Educación Técnica en 2005.
Otros de los logros obtenidos a partir del aumento de la inversión han sido la duplicación del presupuesto universitario y la jerarquización del salario de sus docentes; el otorgamiento de más de 500 mil becas para estudiantes secundarios y universitarios; la construcción de más de 800 escuelas que crean cerca de medio millón de nuevas vacantes en el sistema educativo; la creación del Instituto Nacional de Formación Docente para mejorar la calidad de maestros y del Canal Encuentro para desarrollar una TV educativa y cultural de excelente nivel. Muchos de estos logros permiten hoy enfrentar con éxito el desafío de incluir a los cientos de miles de jóvenes que hoy se acercan a la escuela por estar beneficiados por la Asignación Universal por Hijo.
En Ciencia y Tecnología, el cumplimiento de la Ley de Financiamiento permitió incorporar a 500 investigadores y cerca de 1500 becarios al Conicet por año desde 2004. Casi duplicar la capacidad del país en materia de investigación científica y tecnológica y multiplicar por cinco la inversión en esta área.
Todavía hay muchas asignaturas pendientes, principalmente en lo que respecta a la elevación de la calidad educativa, objetivo que en todos los países del mundo que se alcanzó exigió de largos plazos. Pero también hay déficit respecto de la ampliación de la matrícula para los niños de edades tempranas y en las escuelas de doble jornada; en el trabajo para evitar la deserción escolar en la escuela media y en la inclusión del aprendizaje de una segunda lengua en todas las escuelas del país. En lo que se refiere a la introducción de nuevas tecnologías de la información y la comunicación se ha comenzado a avanzar fuertemente a partir del programa de distribución de millones de laptops.
Es posible proponer que, en algunas de estas necesidades educativas, aún no se ha logrado invertir lo necesario debido al gran retraso que existía al momento de la aprobación de la ley en torno de un salario docente digno, obligó a que la mayor parte de los nuevos recursos (75 por ciento) se afectaran a ese objetivo, y que una vez alcanzado, se podrán privilegiar otras metas.
A pesar del enorme esfuerzo realizado, desde algunos sectores se enfatizan únicamente las deficiencias que subsisten en el sistema educativo. Plantean: “¿Para qué invertir tanto, si las mejoras no se ven?”. Frente a estos argumentos hay que afirmar con más fuerza que nunca que en la educación las mejoras sólo pueden verificarse en el mediano y largo plazo, que no existe ninguna política mágica que permita elevar la calidad de la educación de un día para el otro. Por ejemplo, los primeros egresados de las escuelas técnicas que se reabrieron en 2006 recién saldrán al mundo del trabajo en 2013 y, si continúan la carrera de ingeniería como necesita el país, se integrarán a la producción en 2019. Pero si no sostenemos hoy la inversión necesaria nunca tendremos los profesionales que necesitamos para lograr un desarrollo industrial pujante y autónomo.
Los docentes que mayoritariamente enseñan hoy en nuestras escuelas son quienes eligieron la carrera y se tuvieron que formar esforzadamente cuando el salario del maestro era de 260 pesos, todavía no han egresado quienes se beneficiaron con las mejoras y la prolongación de los planes de estudio en los últimos años.
Es necesario entender que muchos de los actuales déficit de la educación argentina están vinculados con las épocas (en muchos casos dictatoriales) en las que se postergó la inversión educativa. Las consecuencias de las políticas oscurantistas o de mercado también se manifiestan con toda su intensidad en el mediano y largo plazo e impactan aún hoy en nuestra educación. Por ello es necesario que se celebre con grandeza y sin ningún tipo de mezquindad que en el Bicentenario se considere a la educación como política de Estado y se mantenga el compromiso de sostener firmemente el nivel de inversión alcanzado. En este sentido, el cumplimiento de la Ley de Financiamiento Educativo no debe entenderse sólo como una meta cumplida, sino como un punto de partida que, si se sostiene en el largo plazo y al margen de las coyunturas políticas y económicas, permitirá cumplir con el objetivo de lograr una educación de calidad para todos, único pilar de una sociedad con mayor progreso, desarrollo y justicia social.
Daniel Filmus
Publicado en el Diario Página/12 el 18 de mayo de 2010