Siento una profunda tristeza por la muerte de Berta, quien ha sido, además de una prestigiosa educadora de destacada trayectoria y reconocida capacidad, una compañera, una amiga y una fiel colaboradora en la lucha por la educación pública y por la formación de los niños y niñas de los sectores más vulnerables de nuestro país.
Referente indiscutible en materia de alfabetización, de enseñanza de la lectoescritura y la formación de docentes, su obsesión fue desarrollar en los docentes la convicción de que todos los chicos pueden aprender. Su libro «La escuela puede» resume el trabajo pedagógico que realizara en los barrios más pobres de la Ciudad de Buenos Aires, que posibilitó que el 98% de los chicos de primer grado de las escuelas en las que trabajó pasaran de grado. La enseñanza de la lecto-escritura y la educación de los niños con necesidades especiales fueron sus otras obsesiones; el tan recordado «La Querella de los Métodos en la enseñanza de la Lectura» y «Positivismo y Antipositivismo en la Argentina», que se publicaron entre los años 1950 y 1960, reflejan estas preocupaciones constantes.
Berta colaboró incansablemente durante la gestión que llevamos adelante en el Ministerio de Educación: participó del debate pedagógico de la Ley de Educación Nacional, donó la biblioteca de su hija Cecilia a la Biblioteca Nacional del Maestro, y siempre manifestó su apoyo y compromiso con las políticas educativas de igualdad e inclusión.
A pesar de las persecuciones ideológicas que sufrió a lo largo de su vida como docente, siempre tuvo un fuerte compromiso ético y político con la causa de la educación pública y mantuvo una coherencia intachable entre su ideología y su conducta. Sus enseñanzas permanecerán por largo tiempo en nuestras aulas a traves del trabajo cotidiano de sus alumnos, los maestros argentinos y latinoamericanos.
Daniel Filmus