«Las imágenes pueden más que mil palabras. Podríamos terminar el acto acá y lo que hemos visto muestra qué significó el 17 de octubre para la Argentina pero la imagen vale más que mil palabras y a veces las palabras pueden resumirnos ciertas imágenes.
Y no voy a usar palabras mías, permítanme simplemente comenzar con palabras de Scalabrini y Ortiz y de Leopoldo Marechal sobre el 17 de octubre. ¿Cómo vivieron ellos ese día? Dice Scalabrini y Ortiz: «El desaliento húmedo y rastrero caída sobre nosotros como un ahogo de pesadilla, los incrédulos se jactaban de su acierto, ellos habían dicho que la política de apoyo al humilde estaba destinada al fracaso porque nuestro pueblo era de suyo cicatero, desagradecido y rutinario».
La inconmovible confianza de las fuerzas espirituales de mi tierra que me había sostenido durante el transcurso de toda mi vida se disgregaba en el rudo empellón de la realidad. Pensaba con tristeza esas cosas la tarde del 17 de octubre de 1945, el sol caía plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato; frente a mis ojos desfilaban rostros atizados, torsos fornidos con la greñas al aire y las vestiduras cubiertas de brea, de grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando un sólo nombre: Perón».
Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Mientras tanto las columnas continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las hilanderías de Barracas, las aceiteras del riachuelo, descendían de las lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de de Precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado, era el cimiento básico de la Nación que asomaba como asoman en época pretéritas de la tierra en la conmoción de un terremoto, era el sustrato de una nueva idiosincrasia y de nuestra posibilidades colectivas allí presentes sin disimulos, era el de nadie y era el sin nada, en una multiplicidad casi infinita de matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento, aglutinados por el mismo impulso, sostenidos por la misma verdad que una sola palabra traducía: Perón».
Decía el mismo día Leopoldo Marechal. Era muy de mañana y yo acababa de ponerle a mi mujer una inyección de morfina, el coronel Perón había sido traído desde Martín García, mi domicilio era este departamento de la calle Rivadavia. De pronto me llegó del oeste un rumor como de multitudes que avanzaba gritando y cantando por la calle Rivadavia. El rumor fue creciendo y agigantándose hasta que reconocí primero la música de una canción popular y enseguida reconocí su letra. Decía `yo te daré, te daré patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, Perón`. Y aquel Perón resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo hacia la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, amé a los miles de rostros que la integraban, no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina invisible que algunos habían anunciado literariamente sin conocer ni amar sus millones de caras concretas y que no bien conocieron le dieron al espalda».
Termina diciendo Marechal «desde aquellas horas me hice peronista». No hay imágenes como las que vimos, no hay palabras como estas que pudieran representar eso nuevo que estaba surgiendo en Argentina. El 17 de octubre iniciaba la Argentina un camino de transformación que tenía que ver con mejoras económicas y sociales, igualdad, justicia y con todo lo que nuestro pueblo reclamaba que nunca había sido escuchado.
Tenía que ver con ciertos valores. Lo que cambió son los valores que regían, no eran los valores de la década del 30, no eran los valores de los que el otro día en el Colón añoraban el primer centenario mientras el pueblo se moría de hambre, eran los valores de nuestro pueblo que venía de sus orígenes, y eran los valores que empezaron a representar Perón y Evita. Perón no es el primer emperador, no es el más inteligente, no está orgulloso de ser el líder, es el primer trabajador.
Lo que hizo la revolución peronista es colocar el trabajo como el eje de la dignidad en Argentina y Evita, que era la más bella pero no la amaban por ser la más bella, la amaban por ser la abanderada de los humildes. Algunos creen que este día es el día de la obsecuencia, del verticalismo, el día de decir sí a todo y nosotros sabemos que la lealtad no es eso, más en estos días de traición. Sabemos que la lealtad es la de un pueblo a su líder cuando ese líder tiene lealtad hacia su pueblo. Estamos orgullos de esa lealtad que no implica obsecuencia sino que implica mancomunión en ideales de la transformación. ¿Qué ideales?, los ideales de la justicia social, de la independencia económica, de la soberanía política.
Hubo muchos 17 de octubres, de alegría cuando cada uno significaba dar un paso más para la independencia del país y la felicidad del pueblo. Hubo un 17 de octubre de tristeza cuando gobiernos militares o gobiernos civiles que nos proscribían permitían que el peronismo no fuera gobierno en Argentina. Hubo 17 de octubre de terror con la dictadura, de todo tipo y seamos sinceros, también hubo de desconcierto cuando alguna vez algún gobierno que se decía peronista aplicaba políticas neoliberales. Hubo 17 de octubre de todo tipo de desconcierto, en 2001 y 2002 cuando no podíamos encauzar la pasión transformadora peronista. Sin embargo, podemos decir cómo fueron los 17 de octubre del 2003 en la actualidad, cada 17 de octubre significó un escalón más en la conquista de las reivindicaciones para nuestro pueblo.
Desde 2003 en adelante el gobierno de Néstor y después el de Cristina fue dejando atrás todos los mitos que en Argentina que parecían que habían llegado para quedarse. Nos decían que la impunidad había llegado para quedarse. Si no fuera por la verdad, la memoria y la justicia que pedían las Abuelas, si no fuera porque hubo un gobierno que retomó esa bandera, no nos engañemos no es como dicen algunos medios de que hay un uso político de los derechos humanos. En 2003 no era una reivindicación masiva. A veces sentíamos dolor por el aislamiento que sentían las Abuelas porque todo nuestro pueblo no las acompañaban. Estaba latente esa demanda. Fue este gobierno el que puso en la agenda el tema de los derechos humanos y el reconocimiento a las abuelas y las madres. Está acá con nosotros un compañero que desde el 2003 llevó adelante, desde el Ministerio de Trabajo, la recuperación del elemento más digno para la constitución de los hombres y de las familias argentinas. Néstor y Carlos no aceptaban que la idea para los sectores populares eran políticas sociales, la mejor política social es la economía que integra a todo el mundo al trabajo y que lleva dignidad a sus casas a partir del crecimiento del país.
No voy a enumerar todas las conquistas, no sólo hemos recuperado la economía, el trabajo, la educación. A veces uno escucha alguna critica a la educación. Cuando asumimos las estadísticas nos decían que 2 de 3 tres chicos eran pobres y que en las provincias la escuela solo servía para comer, no se discutía pedagogía, se discutía si se comía o no se comía en las escuelas.
Los chicos pasaban de grado por decreto porque no tenían ni 70 ni 80 días de clase por año. Eso fue la ley de 180 días, que sería lo más banal, lo que fue revolucionario en su momento. En estos años hemos avanzado como nunca, los sueños que creíamos perdidos, que creíamos que no se iban a poder realizar, los sueños por los que militamos fueron avanzando uno a uno. También pasamos momentos difíciles. El 17 de octubre del año pasado, fue también particular. Veníamos de la carga de lo que había ocurrido en junio, de unas elecciones que como sabemos no nos habían favorecido. Sin embargo, jamás imaginamos después del 28 de junio que iban a tener la fuerza Cristina y Néstor para enfrentar a aquellos que nos decían que de haber sido los transformadores ahora nos teníamos que convertir en los conservadores de la transformación realizada y no avanzar.
Cristina y Néstor lo dijeron claramente. La única forma de no caer, de no ir para tras es ir para adelante. Si fuimos para adelante con las AFJP, con la asignación universal por hijo, con cada una de las medidas, que no nos vengan a decir los que nos bajaron el 13 por ciento a los docentes, a los desocupados, los que embargaron el país, los que declararon el default. Los tenemos que aguantar todos los días en el Senado, diciendo mentiras y barbaridades porque como hubo que tener coraje y lo tuvo Cristina para dar cada uno de los pasos después de aquella fecha dolorosa de junio al mayor coraje lo tuvo estos días, contra todos nuestros sentimientos, nuestro dolor, tuvo que vetar la ley del 82 por ciento, que como bien ella dijo esta era la quiebra del país, eso es tener coraje eso es pensar que vamos a seguir gobernando. Sé cómo va a ser el 17 de octubre del año que viene: nos va a encontrar a todos peleando porque dentro de dos semanas se va a decidir el destino del país. Si volvemos a la década del 90, al modelo neoliberal o vamos a seguir avanzando. Apuesto a que nos va a encontrar mirando a la gente compartiendo un camino en el que estamos dispuestos a no retroceder. El cabildo del peronismo porteño se creó para mostrar que el peronismo puede gobernar la ciudad de buenos aires, no porque la mitad más uno que necesitamos para ganar las elecciones vaya a ser peronista. No creemos que en un año vamos a cambiar esa realidad, pero la mitad más muchos más de la ciudad van a confiar -como lo hacen en el país- en que el peronismo es capaz de transformar esta ciudad en una ciudad justa».