Mucho se ha hablado de la crisis en estos días en que, en el Consejo Ejecutivo de la Unesco, nos reunimos a analizar los objetivos del Milenio en la educación y la cultura . Es necesario enfatizar que los problemas que enfrentamos hoy para cumplir con esos objetivos no han sido creados por la crisis financiera global de los últimos tiempos. Hace años que venimos alertando al respecto. Como ejemplo podemos señalar que a pesar de haber descendido proporcionalmente, el analfabetismo en América Latina aumentó en 1.600.000 adultos en los últimos 10 años.
La crisis puso en evidencia la fragilidad que tiene la inversión en el combate a la pobreza, la integración social, la igualdad entre las regiones y la democratización de la educación de calidad para todos. En muchos casos la crisis financiera significó la disminución de la inversión de la cooperación para el desarrollo a nivel global y de la inversión en educación en cada uno de nuestros países. Cuando más fueron necesarios, los fondos educativos retrocedieron.
En este sentido la voz de la UNESCO, por su mandato específico, debe escucharse más fuerte. Hoy más que nunca, no hay otro organismo internacional que esté en mejores condiciones para representar a los millones y millones de niños y adultos que están excluidos del mundo de la educación y por lo tanto excluidos de participación. No debemos tener dudas, no podemos quedar a la defensiva, no podemos mirar para otro lado. Se trata de llamar la atención al mundo respecto de que a esta altura es casi imposible cumplir adecuadamente los objetivos del milenio en materia educativa. Qué vamos a hacer, ¿postergar una vez más las metas? O buscar alternativas creativas, que rompan quizás con algunos de los esquemas con los que venimos avanzando en las últimas décadas para lograr de una vez por todas que la educación no sólo sea una prioridad en los documentos y declaraciones y también lo empiece a ser en las inversiones.
¿Como le vamos a explicar a la historia? ¿Cómo le vamos a explicar a los casi 1.000 millones de niños, jóvenes y adultos excluidos de la educación? Cómo argumentaremos que la humanidad encontró los cuantiosos recursos necesarios para salir en poco más de un año de la crisis financiera global, pero que no encuentra mecanismos para lograr las inversiones que se requieren para cumplir con la democratización de la educación, cuya obligatoriedad fue concebida en muchos países como un derecho humano básico hace más de 200 años?
Es posible proponer que lo que hemos señalado hasta aquí se limita a la retórica. Sin embargo no es así. Hacia fuera de la organización la UNESCO tiene la capacidad y la autoridad moral para incidir en las decisiones de los organismos multilaterales, en la acción de los gobiernos de los países y en particular de los más desarrollados para aumentar drásticamente los esfuerzos hacia la educación y la cooperación hacia el desarrollo. En nuestro país por ejemplo, nos hemos basado en las resoluciones y la autoridad de la UNESCO para aprobar una Ley que permitió aumentar el presupuesto educativo del 3,7 al 6 % del PBI en los últimos 5 años.
Hacia adentro de la organización, también es posible mejorar nuestros esfuerzos. Si articulamos con eficiencia nuestras 3 prioridades: Educación para Todos, África e Igualdad de Género y concentramos en ellas la mayor cantidad de recursos posibles, veremos que mejorarán nuestras posibilidades de éxito y seguramente lograremos captar muchos más recursos extra-presupuestarios. Todas los Estados integrantes de la UNESCO debemos comprometernos a trabajar en forma inmediata, todos juntos, para dejar de lado las divergencias menores y sumarnos en la defensa de los objetivos y valores de la UNESCO. Como señalamos anteriormente, nunca hasta ahora fue más necesaria su voz reclamando por la paz, el respeto a la diversidad cultural y los derechos humanos, el desarrollo y la educación de calidad para todos quienes habitan este planeta