Los últimos indicadores sobre la evolución de la ciencia y la tecnología en la Argentina difundidos por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva expresan resultados alentadores que nos permiten mirar hacia adelante con optimismo y, al mismo tiempo, ratificar que estamos avanzando en la dirección correcta. En efecto, la medición de los índices de evolución del sector entre los años 2003-2007 nos confirma que el país está más cerca de lograr las metas principales que nos propusimos a partir del 25 de mayo de 2003.
Uno de los datos fundamentales que surge del informe es que la inversión en ciencia y tecnología tuvo un crecimiento ininterrumpido en ese período, tanto en actividades científicas y tecnológicas como en investigación y desarrollo. Los aumentos fueron del 183% y 168% respectivamente, con montos de inversión que en el primer caso alcanzaron los 4934 millones, y en el segundo los 4127 millones. En valores corrientes, la inversión de 2007 fue superior en un 84% a la de 2003.
De este modo, la tasa de crecimiento promedio anual del gasto en ciencia y tecnología fue mayor, ya que la inversión con relación al Producto Bruto Interno pasó de 0,46 a 0,61 en actividades científicas y tecnológicas, y de 0,41 a 0,51 en investigación y desarrollo.
El fuerte impulso del Gobierno Nacional al área se refleja no solamente en el aumento del presupuesto de Ciencia y Tecnología – que ascendió de 757 a 2127 millones de pesos en cuatro años – sino en otras decisiones políticas significativas, como la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva, el 6 de diciembre de 2007, que por la modificación de la Ley de Ministerios lo independiza del Ministerio de Educación.
En el marco de priorizar la innovación y el desarrollo científico se consiguió también aumentar progresivamente la participación en el PBI que, hacia 2010, alcanzará el 1%, acercándose a los países que jerarquizan la investigación y el conocimiento como pilares de un modelo de desarrollo con crecimiento y justicia social.
Este significativo crecimiento de la inversión en el sector, acompañado por medidas sustantivas como la de mejorar las condiciones de trabajo de investigadores y becarios para acrecentar la cantidad y la calidad de la masa de recursos humanos calificados, ya ha comenzado a generar cambios, que se reflejan en los datos de este informe. Por ejemplo, la Argentina ha incrementado, entre 2003 y 2007, el número de investigadores, becarios, técnicos y personal de apoyo en un 32%, alcanzando la cifra de 73.558 personas.
Esta evolución es el resultado de políticas públicas destinadas a apuntalar el aparato científico tecnológico y a jerarquizar el área, habilitando el ingreso de los jóvenes a la carrera de investigador profesional. En este sentido también es auspicioso el «rejuvenecimiento» del sistema. Los datos revelan que los investigadores y becarios menores de 30 años -que hasta 2003 eran el 14% del total – en 2007 representaban el 17%.
Asimismo, hemos avanzado en el objetivo de incentivar la permanencia en el país de nuestros investigadores y revertir la tendencia al éxodo provocado por las sucesivas crisis económicas. Prueba de ello es que desde el 2004 se aumentó el 257% en promedio el salario de todos los investigadores del Conicet y se duplicó el monto de los estipendios de las becas doctorales y posdoctorales que otorga esa institución.
Otro dato para tener en cuenta es que se incrementó el porcentaje de mujeres becarias e investigadoras, en mayor proporción que los varones. Las becarias en investigación y desarrollo aumentaron en un 69%.
Las cifras también son alentadoras con respecto a los proyectos de investigación: en 2007 ascendieron un 32% más que en 2003, y las áreas en las que hubo más desarrollo fueron las ciencias médicas, las sociales y humanas y la ingeniería y la tecnología.
Estos indicadores son señales inequívocas de un Estado que apuesta a la educación, la industria, la ciencia, la innovación y la tecnología.
A pocos meses de celebrar el Bicentenario, el principal desafío de la Argentina es delinear un modelo que transforme profundamente la matriz de desarrollo que definió el crecimiento del país en la segunda mitad del Siglo XX.
El Estado está construyendo poco a poco y con mucho esfuerzo, una nueva Argentina donde las condiciones para el crecimiento estén vinculadas al desarrollo científico tecnológico autónomo. Este es el gran reto que tenemos hoy: cambiar y sostener un modelo de desarrollo basado en la sociedad del conocimiento, en la capacidad de agregar valor a través del trabajo de nuestra gente.
Al mismo tiempo este modelo impide que, como ocurre en la actualidad, nuestro país se encuentre sometido a los ciclos propios de los mercados internacionales que son definidos prioritariamente según los intereses de los países centrales.
Es por ello que el importante crecimiento de la inversión en ciencia y tecnología, que permitió cuadriplicar los recursos para el sector en los últimos cinco años, la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y el fortalecimiento de su presencia, conjuntamente con la jerarquización del aparato científico demuestran que el gobierno nacional está avanzando en la construcción de políticas estratégicas en las que la ciencia debe desempeñar un rol protagónico y convertirse en una política de Estado que la democracia debe consolidar más allá de los gobiernos de turno.
Si hay una lección que debe quedarnos clara es ésta: el país no tiene ninguna posibilidad de mejorar su productividad y competitividad, de cambiar su inserción en el mundo ni las condiciones de vida de su gente, si no es a través del conocimiento, la ciencia y la tecnología.