El debate actual sobre las retenciones ha permitido reparar en otros temas de mayor trascendencia para el futuro de nuestra economía y de nuestro país, en particular, el programa económico que se implementa desde el gobierno nacional a partir del mantenimiento de un tipo de cambio alto y estable que, en buena medida, es el responsable del mayor crecimiento interno, de las mayores inversiones en la industria y de la recuperación de los niveles de empleo, a partir del incentivo que conlleva para los Si enfocamos la mirada en las principales variables de la economía, surge objetivamente que el país se encuentra en la mejor situación histórica para crecer y desarrollarse. No hay -en toda su historia- un período análogo en que los principales indicadores –internos y externos- de la economía hayan sido tan favorables. Reservas, exportaciones, cuenta corriente, superávit fiscal primario y financiero, ocupación, pobreza, etc., constituyen indicadores que no han dejado de mejorar en forma ininterrumpida durante los últimos 5 años.
Hay quienes sostienen que los logros son insuficientes y, efectivamente, es así, falta mucho; falta desarrollo sostenible, falta diversificación de la economía, falta mayor desarrollo industrial, falta mejorar aún más la distribución de la riqueza. Pero es igualmente cierto que hemos avanzado como no lo ha hecho la Argentina de los últimos 100 años, estamos ante la oportunidad histórica que alguna vez Argentina tuvo en sus manos y desechó.
Se podrían consignar muchos indicadores cuya evolución da cuenta del desarrollo de la industria en los últimos años, pero baste decir que hoy el valor agregado por el conjunto del sector industrial se ubica un 30 % por encima de las mejores cifras de los años noventa, y que las exportaciones manufactureras de origen industrial (MOI) pasaron de 8.600 millones de dólares en 1998, el mejor año de esa década, a 17.400 millones el año pasado (2007); cuestión que cobra especial relevancia si se tiene en cuanta que ese crecimiento se deriva fundamentalmente del aumento de los volúmenes de las exportaciones y no del efecto del crecimiento de los precios internacionales, como en el caso de varios de los productos primarios. Automotores (autos y camiones), tubos de hierro y acero y aluminio, son algunos de los rubros principales en los que se asienta este incremento de las exportaciones industriales; e indican que la industria local es competitiva en los mercados del mundo, tanto en precio como en calidad, y que se orienta a superar -de esta forma- la dedicación exclusiva al mercado interno.
Ahora bien, una parte del sector productivo primario sostiene que esto mismo es alcanzable sin retenciones y esgrimen –falazmente- los ejemplos de países vecinos, como Uruguay y Brasil, que no han fijado retenciones. Pero, he aquí la falacia, nada dicen en torno al tipo de cambio de esos países que, por cierto, es bajo. La política económica de sus gobiernos se ha visto fuertemente influenciada por la caída del dólar a nivel internacional, y la consecuente apreciación de sus monedas, que ha ido restando competitividad al sector industrial. Hace unos años, la paridad cambiaria entre las monedas de Argentina y Brasil se ubicaba en torno a 1; hoy la cotización oscila alrededor de 1,80 pesos por cada real, lo que, a pesar del gran desarrollo y competitividad de la industria brasilera, ha impactado de modo que Brasil ha crecido en los últimos años a una tasa promedio menor al 5 % anual.
En esta misma línea de argumentación sectorial, algunos economistas en la Argentina proponen que el gobierno deje caer el tipo de cambio, o sea, tener un dólar más barato. Entre otros argumentos, sostienen que ello haría bajar la tasa de inflación; si el dólar bajara, por ejemplo, hasta 2 pesos, se podrían sacar las retenciones y se evitaría el actual conflicto con el sector agropecuario. Pero cabe aclarar que la situación no sería la misma para la industria, que bajo esas condiciones cambiarias retrocedería hasta la época de la Convertibilidad, con los consabidos efectos negativos sobre la producción industrial y el empleo.
Los ingresos de quienes producen y exportan determinados bienes son una combinación de los precios internacionales y del tipo de cambio; en tanto el primero resulta exógeno, el segundo es un instrumento de política económica cuyo nivel está activamente sostenido por la política gubernamental actual, y es precisamente lo que viene estimulando el crecimiento de la producción, la inversión, el empleo y mejores salarios.
En este sentido, los derechos de exportación no se sustentan desde la mera perspectiva del impuesto, sino como herramienta de sistema de tipo de cambio diferencial, que apunta a modificar los precios relativos, para favorecer el crecimiento y desarrollo industrial.
Tal como lo expresó la Presidenta en su discurso del 18 de junio, el debate va más allá de la imposición de retenciones. En el fondo, de parte de algunos sectores económicos y desde ciertas expresiones políticas, hay un cuestionamiento a las bases del modelo productivo que lleva adelante el gobierno nacional. Cuando expresiones del hoy llamado «campo» dicen que los demás sectores viven (o crecen) gracias a ellos, lo que se está cuestionando, en realidad, es la intervención del Estado, con este gobierno o con cualquier otro, en favor del crecimiento industrial.
Por ello resulta insoslayable en este debate advertir que no existen ejemplos de ningún país que se haya desarrollado económica y socialmente apoyado en un solo sector productivo. Es casi un lugar común escuchar en estos días que la Argentina no puede perder la oportunidad histórica que le ofrece la actual situación internacional de fuerte demanda y altos precios de productos primarios, y particularmente de alimentos. Pero aprovechar el momento actual debe significar para la Argentina una apuesta al desarrollo diversificado e integral del país. Situaciones del pasado han demostrado el error de las concepciones económicas que pretendían imponer un modelo basado solamente en las ventajas comparativas a nivel mundial.
No sólo los países que originariamente fueron productores y exportadores de bienes primarios, sino que, más aún, los que actualmente tienen alta participación en la oferta mundial de productos agropecuarios (por caso, EEUU, Canadá) cuentan con una estructura económica equilibrada, integrada, basada en el desarrollo industrial con alto valor agregado y la generación de tecnología de avanzada.
Como caso cercano, Brasil constituye el ejemplo latinoamericano de los logros alcanzados durante décadas de desarrollo industrial, que se reflejan en la composición de sus exportaciones, en las que la participación de las maquinarias, electrónica, automotores y productos metálicos ha crecido en forma sostenida.