“Jamás me imaginé que iba a haber un Néstor Kirchner en la Argentina”

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Un pibe de La Paternal que siendo alumno de escuela industrial terminó estudiando Sociología y viniendo de una familia de izquierda se sumó al peronismo desde chico. Sobrellevó la dictadura militando en derechos humanos. Renunció al gobierno de Grosso en desacuerdo con la escuela shopping. Fue ministro de Educación de Aníbal Ibarra en CABA y de Néstor Kirchner en la Nación. El perfil de un hincha de San Lorenzo que conoció a su mujer jugando al truco.
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Hijo de un rumano y una polaca, países de fronteras móviles, Daniel Filmus empezó la primaria a los cuatro años y medio, cuando ya sabía leer y escribir. Ese pibe de La Paternal, amante del fútbol en general y de San Lorenzo en particular, entró a la militancia en la adolescencia y nunca más la abandonó (a la militancia, aunque también hay algo en su look que deja entrever a aquel adolescente rockero, pese a cierta prolijidad). Desafiando la lógica, el alumno del industrial terminó estudiando Sociología y salió de una casa marxista para abrazar al peronismo.
Este hombre de 58 años, que seguramente será recordado como uno de los ministros de Educación más importantes de nuestra historia, perdió dos veces contra Mauricio Macri, pero sigue siendo el dirigente kirchnerista más votado en la Capital Federal. Ahora espera que la parte más progresista de la sociedad porteña le dé un nuevo aval para continuar representándolos en el Senado de la Nación.
–¿Cómo fue su infancia?
–Viví hasta los 20 años en La Paternal y aunque me mudé varias veces de casa, siempre fue en las mismas tres o cuatro manzanas, en Espinoza y Donato Álvarez, en San Blas, en Avenida San Martín. Fui a la escuela en la Provincia de Mendoza y en la República de Ecuador. Mi infancia fue muy de barrio, jugando en la calle al fútbol, a las escondidas, a cosas tan viejas como el patroncito de la vereda, al poliladron.
–¿A que se dedicaban sus padres?
–Mi mamá era una institución en el barrio porque era la profesora de inglés del barrio y mi papá tenía una marroquinería en Caballito. Después fundió y tuvo que dedicarse a otra cosa. Además, mi papá era secretario de la cooperadora de la escuela y de la cooperativa del barrio, así que teníamos una vida social muy de barrio.
–¿Clase media baja?
–Sí, clase media baja. Mi padre era hijo de inmigrantes. Su papá falleció apenas llegaron a la Argentina. Era linotipista, tuvo tuberculosis por aspirar mucho plomo. Mi viejo se crió en un orfanato, hasta los 12 o 13 años. La madre no podía tener a los tres hijos porque vivían hacinados en un conventillo frente a la cancha de Argentinos Juniors. Mi abuelo de parte de mi madre era carpintero. Cuando vino la crisis en casa, porque mi papá tuvo que cerrar el negocio, yo salí a trabajar y terminé el secundario en la nocturna. En la escuela Revolución de Mayo.
–¿De qué trabajaba?
–Primero vendiendo cosas de librería por la Ciudad y el Gran Buenos Aires y después aprendí un oficio, que era el de empalmador telefónico. Con ese trabajo me pagué la finalización de la secundaria. Trabajaba para una contratista de Entel. Entel llevaba el cable de teléfono hasta la entrada el edificio y la red interna de distribución era lo que hacía yo. También hacía changas como electricista en casas particulares.

* * *

El papá de Filmus tiene 90 años y es rumano. La mamá tiene la misma edad y es polaca. Tuvieron tres hijos. El mayor, químico y bioquímico; la menor, artista. Filmus es el del medio. Después se separaron y don Salomón Filmus tuvo otra pareja y otro hijo.
–¿Cuál de los hermanos era el preferido?
–No había un preferido. Pero mi hermano mayor era muy inteligente. Iba al Nacional Buenos Aires. Y en la escuela primaria era el abanderado. Yo iba dos años atrás de él y era el hermano del abanderado. Yo era menos intelectual. Me gustaba hacer cosas con las manos.
No se tire a menos. Entró a la primaria a los cuatro años y medio sabiendo leer y escribir.
–Sí, eso porque mi mamá nos estimulaba mucho. En esa época se podía entrar a esa edad. Era una escuela de mujeres que hasta primero inferior permitían varones. Pero éramos muy pocos varones. Entonces en todos los actos me tocaba bailar la zamba y la chacarera.
–¿Fue a conocer los pueblos natales de sus padres?
–No, no conozco. Últimamente me está dando la tentación de ir en algún momento. Son pueblos que cambiaron muchas veces de país. Por ejemplo, mi papá nació en Rumania pero ahora es Moldavia, un país muy pobre de Europa oriental. Y la parte de Polonia de donde es mi vieja ahora es Rusia.
–¿Y sus padres volvieron?
–Mi mamá a Polonia, sí, pero mi papá, no.
–Volvamos al barrio. ¿Mantuvo amistad con compañeros de la infancia?
–No. Pero ahora con Facebook nos reencontramos con algunos y nos escribimos. Con los del secundario, sí, porque algunos también eran compañeros de militancia.
-Siendo de La Paternal, ¿cómo fue que se hizo hincha de San Lorenzo y no de Argentinos Juniors?
–Vivíamos a cinco o seis cuadras de la cancha de Argentinos, pero un amigo de mi papá que era fanático de San Lorenzo nos empezó a llevar de chiquitos todos los domingos al Viejo Gasómetro. Había que viajar bastante. Tomábamos el 135 hasta avenida La Plata y Directorio y después caminábamos unas cuantas cuadras. Así nos hicimos fanáticos de San Lorenzo. Hasta mi papá, que antes era hincha de Independiente. Pero toda mi vida en el barrio giraba en torno del fútbol, porque los sábados a la tarde, como los menores no pagaban para entrar a la cancha, con mis amigos también íbamos a ver a Deportivo Español que jugaba en Atlanta, o a Deportivo Italiano en Ferro, íbamos a ver a All Boys. Y los sábados a la mañana íbamos a jugar el futbol adonde ahora es La Carbonilla, en Agronomía.
–¿Cómo deriva un estudiante de la escuela técnica y con habilidades manuales en sociólogo y no en ingeniero?
–Eso tuvo mucho que ver con la política. Porque cuando tuve que dejar el industrial, fui a un colegio, el Mitre, donde conformamos un centro de estudiantes. Y ahí me empecé a meter en la militancia política. Me empecé a interesar después en la sociología pero por el lado de la política. Yo entré en la Universidad en el ’72, siguiendo la transformación que vivió América latina en aquella época. La idea no era estudiar Sociología para entender el mundo, sino para cambiarlo.
–¿En su casa se hablaba de política?
–Se hablaba muchísimo. Mi papá hasta 1966 militó en el PC. Después dejó la militancia partidaria pero siguió teniendo una militancia social. Para nosotros era común ir a un barrio a trabajar solidariamente, era común estar muy cerca de las necesidades de la gente. Para mi viejo fue conducta hasta hoy. Tiene 90 años y lo sigue haciendo. Mi hermano fue presidente del centro de estudiantes del Nacional primero y de la Facultad de Ciencias Exactas después.
–¿Viniendo de una familia de izquierda, cómo eligió el peronismo para militar?
–Yo empecé a trabajar como docente de alumnos adultos en el Sindicato de Seguros. En la resistencia a la dictadura la pasé militando en el peronismo dentro del sindicato y en los organismos de derechos humanos, porque era miembro del Movimiento Permanente de los Derechos del Hombre. Yo estaba en la comisión directiva del Centro de Estudios de Filosofía y Letras y fui como representante de derechos humanos del Centro. En los inicios de los ’80 comencé a trabajar como investigador en Flacso con Cecilia Braslavsky y Juan Carlos Tedesco. Después, cuando recuperamos la democracia, me incorporé a los equipos técnicos del PJ.
–¿En educación?
–Fundamentalmente en educación de adultos. Yo había trabajado como voluntario en el ’73 en los programas de alfabetización y en los programas de recreación que hacíamos desde la facultad con los chicos de las villas. Fui director de una de las colonias de recreación de la Agrupación Evita en Villa Gesell. Me acuerdo que estábamos con cientos de chicos de la colonia durmiendo en las escuelas y en el medio nos agarró el golpe que sacó a Bidegain y puso a Calabró. Se olvidaron de que estábamos ahí, no nos mandaban los micros para regresar y todos los días teníamos que salir a pedir comida para que los chicos pudieran comer. Casi dos semanas en enero.
–Hablando de Gesell, ¿cuán cerca estaba del hipismo, del rock?
–Bastante cerca. Cuando era adolescente, la madre de un amigo tenía un negocio de bijouterie en Gesell, y con mi amigo nos poníamos en la puerta a vender revistas usadas, dormíamos en el local y así pasábamos las vacaciones. El hipismo, el rock, tenían que ver con el clima de época y especialmente en Gesell. Hace poco el PRO proponía prohibir las movilizaciones de los jóvenes de menos de 16. Yo me cagaba de risa, porque cuando a nosotros nos detenían hasta que venían a buscarte los viejos teníamos 14 años.
–Me quedé con los de Bidegain y Calabró. ¿Cómo vivió aquellos años? El regreso de Perón, la muerte de Perón, Isabel, la guerrilla, la Triple A…
–Fue casi tan duro la época de la Triple A para los que estábamos en Filosofía y Letras o en la militancia como la época de la dictadura. Yo era alumno de Silvio Frondizi cuando lo mataron. A amigos nuestros los mataron. Era ponerse contento por llegar al fin de semana y estar vivos. La carrera de Sociología se cerró en 1974. Sacaron a Adriana Puiggros y vino Sánchez Abelenda, que cuando asumió exorcizó la Facultad. El cierre nos salvó la vida en realidad, porque los que estábamos en la mitad de la carrera podíamos dar el resto de las materias libres. Querían que nos fuéramos y nos dejaban dar libre. A los 20 años había terminado todas las materias. Me quedaron sólo las horas de investigación y el idioma.
–Y llegó la dictadura.
–Sí, la carrera se reabrió con un cupo de 50, que no se cubría porque nadie quería estudiar sociología en la dictadura. Yo no decía que era sociólogo. Tenía el título escondido. Por entonces se creó el Colegio de Sociólogos, que fue un lugar de resistencia. Había un lugar para juntarse, para formarnos, con Norberto Rodríguez Bustamante, con Gregorio Klimovsky. Era la cultura de las catacumbas. Resistimos militando por los derechos humanos.
–Cuando se recupera la democracia, ya está a pleno en el peronismo.
–Sí, siempre estuve en el peronismo. Cuando vuelve la democracia creamos el primer terciario para trabajadores y yo ya trabajaba en ATE con Germán Abdala, en una sede de San José y Carlos Calvo. Y a la par estaba en las comisiones de educación del PJ. Mi coordinadora en aquel entonces era Ana Lorenzo. Pasó el gobierno de Alfonsín y enfrentamos a Menem desde la renovación, que encabezaban De la Sota, Marín, Grosso. Perdimos con Menem, pero en la Ciudad ganamos. El intendente fue Grosso y en la primera etapa de Grosso yo trabajé en el Gobierno de la Ciudad. Ahora viendo la historia hay quien puede decir “vos trabajaste con Grosso”, pero éramos los que nos oponíamos a Menem.
–¿Y cuándo y por qué rompe con Grosso?
–Yo era director. Dependía de Ana Lorenzo, que era subsecretaria de Educación y era excelente. Osvaldo Devrier era el secretario. Yo renuncié cuando no estuve de acuerdo con la gestión de Grosso y volví al mundo académico. Fui director de Flacso desde diciembre de 1992 hasta que asumí como secretario de Educación de Aníbal Ibarra. Fue interesante porque Ibarra era el jefe de la oposición y fue quien denunció la escuela shopping de Grosso y cuando fue jefe de Gobierno me convocó porque se acordaba que yo me había opuesto, me había ido del gobierno y valoró mi actitud ante esos temas.
–En 2001, cuando todo se caía, la educación en la Ciudad se mantuvo en pie.
–Fuimos la única jurisdicción que pagó los salarios siempre con pesos, nunca con cuasimonedas, que no bajó los salarios, que no sacó la antigüedad, que mantuvo los comedores. La educación había jugado un papel no sólo educativo, sino social, muy importante. Es más, cuando Néstor me viene a buscar me dice: “Yo quiero que hagas en la Nación lo mismo que hiciste en la Ciudad”.
–¿Soñaba con ser ministro de Educación de la Nación? 
–Una vez Cecilia Braslavsky me dijo: “Si algún día vos llegás a ser ministro…” Yo la interrumpí y le contesté: “Cecilia, nunca en la Argentina va haber un gobierno en el cual yo pueda ser ministro de Educación”. Además de las razones ideológicas, yo soy de origen judío y la educación siempre tuvo una mirada muy impregnada por la Iglesia Católica y nunca había habido un ministro de Educación judío. Pero jamás me imaginé que iba a haber un Néstor Kirchner en la Argentina.
–¿Cómo fue el ofrecimiento de Kirchner?
–(Filmus busca en un cajón un papel y lo extiende al cronista. El papel dice SI 3, NO 3. Y la fecha: 16-5-2003) Ese día estábamos festejando un cumpleaños en La Parolaccia. Eramos seis, entre ellos Mara Brawer. Se decía que Kirchner podía ofrecerme el Ministerio. Y votamos si debía decir que sí o decir que no. La votación salió 3 a 3.
–¿Y usted cómo votó?
–Por el no. En ese momento yo era candidato a vicejefe de Gobierno de Ibarra. Lo increíble es que un rato después, todavía en el restaurante, suena el celular y era Néstor. Me ofrece el cargo y me dice: “Tenés que aceptar vamos a hacer una epopeya”. Yo no lo conocía. Ni sabía si el que había hablado conmigo era de verdad Kirchner. Entre mis errores de cálculo estaba no saber quién era Néstor. Ese error se resolvió el lunes 26 de mayo a la noche, al otro día de jurar, cuando se decidió viajar a Entre Ríos. El martes ya no tenía dudas de que había acertado al decirle que sí. Toda la experiencia que tenía que tener la tuve en un día. El martes volvíamos juntos en el avión de Entre Ríos con la satisfacción de haber levantado la huelga más larga de la historia. Un día voy a escribir bien la historia de ese día.
–Pero recuérdelo ahora.
–El lunes 26 a la noche Néstor me dice que está disponible la plata y que al otro día vamos en el avioncito. Yo le tenía miedo al avioncito. Entonces le dije: “Dejá, que yo voy primero en el auto, lo resuelvo y después te llamo para que viajes vos”. Y me mató, porque me dijo: “No, te presto el avioncito, andá, volvé, me venís a buscar y vamos juntos. Había que acordar con la provincia que la plata fuera para los docentes porque la provincia les debía a todos los empleados públicos y teníamos miedo que la usaran para otra cosa. Y los docentes tenían que aceptar los plazos que había para cobrar. Estuvimos toda la mañana trabajando en eso en secreto en una habitación del hotel. Y al mediodía del martes lo llamo a Néstor para que venga. La noche anterior Néstor pregunta si alguien tiene un amigo en Paraná para que nos vaya a buscar al aeropuerto. No se daba cuenta de que era el Presidente de la Nación, que había seguridad, protocolo. Pero lo fue a buscar Guastavino que es de Entre Ríos y estaba con Néstor desde la primera hora. Después vino el gobernador Sergio Montiel, que quería firmar en la Casa de Gobierno. Néstor me pregunta y le digo que la gente está reunida en la plaza. “Vamos a donde está la gente entonces”, me dice. Y la gente se nos vino encima para abrazar a Néstor y para pegarle a Montiel. Me acuerdo que se firmó en un papel en blanco porque en los apretujones de la gente se me rompieron las actas que tenía escritas. Y cuando nos vamos, Néstor dice: “Volvemos por el medio de la plaza”. Y volvimos a pasar entre la multitud.

* * *

Volvamos al mundo privado de Filmus. Tiene una hija de su primer matrimonio y otra con su actual esposa, que además ya era madre de dos hijas cuando lo conoció. Una familia ensamblada.
–¿Es un padre de poner muchos límites o más bien permisivo?
–Más bien permisivo, pero por suerte tanto mi, nuestras y sus hijas tienen bastante autoconciencia de los límites y muy pocas veces tuve situaciones graves de pelea para poner límites.
–Se ve que se cuida físicamente.
–Me cuido con la comida. Juego al fútbol, pasé de ser un 5 metedor a ser un 9 pescador en el área contraria y no bajar nunca. Yo estuve tres años en la Ciudad y casi cinco en la Nación con Néstor como ministro. Nadie que no fue ministro, y más en la época que me tocó vivir a mí, sabe lo que es esa tensión. He vivido descuidando todo durante todo ese tiempo. Te absorbe todo el tiempo, la cabeza. Admiro a ministros como Tomada, como Alicia, que están tanto tiempo y siguen con la misma energía, la misma voluntad, el mismo esfuerzo. Ser ministro es como estar todo el tiempo en campaña electoral. El tiempo pasa y es irrecuperable. Hay que hacer un esfuerzo para estar con los hijos, acompañarlos a la escuela. Es un esfuerzo enorme combinar las dos cosas.
–Siempre va de vacaciones a Valeria del Mar. ¿Le gusta tanto o le da fiaca cambiar?
–Yo estuve ocho años sin vacaciones. Ahora que puedo, las vacaciones están muy supeditadas a las chicas, que tienen amigos que veranean en Valeria, en Gesell. Sueño tener una casa en Valeria.
–¿A su mujer la conoció en el mundo de la política?
–No. En el mundo del truco.
–¿¡En donde…!?
–La conocí jugando al truco.
–¿Cómo fue eso?
–Yo iba con unos amigos a La Viruta que es una milonga. Y ellos tenían una amiga para presentarme y me dijeron que si quería ir a la casa esa noche a jugar al truco.
–Me imagino que esa noche habrá mentido mucho.
–Seguro.

“Votamos leyes que nos hacen sentir orgullosos”

¿Qué lo enorgullece de su gestión como ministro de Educación de Kirchner? 
–Hay cinco leyes que son fundamentales y estructuran de nuevo el sistema educativo de la Argentina. La primera es la Ley de Garantía Nacional del Salario Docente, si la provincia no paga la Nación es garante. La segunda es la Ley de Educación Técnica, que reabrió las escuelas técnicas. La tercera, la Ley de Financiamiento Educativo, que permitió llegar al 6,5% del PBI destinado a la educación. La cuarta, la Ley de Educación Nacional, que volvió a unificar todo el sistema educativo nacional en primaria y segundaria, puso a la secundaria como obligatoria, entre muchas cosas importantes. La quinta, la Ley de Educación Sexual y Salud Reproductiva. Pero al mismo tiempo empezamos el plan de 700 escuelas, una computadora por chico, la distribución de millones de libros en las escuelas, el Plan Nacional de Alfabetización del que participaron León Gieco, Eduardo Mignogna, el Negro Fontanarrosa. Hicimos las acciones concretas para que la educación saliera del infierno, como decía Néstor, y hoy el tema central sea el pedagógico. En ese momento no se discutía la calidad de la educación; se discutía si los chicos estaban afuera o adentro de la escuela, si los chicos comían o no comían.
–¿Y qué leyes le dieron más satisfacción al haberlas votado como senador?
–La nacionalización de las AFJP, Aerolíneas, YPF, la ley de fertilización asistida, el matrimonio igualitario, la movilidad jubilatoria… Hay muchas leyes que envió el Poder Ejecutivo que son para estar muy orgullosos. Después tuve la suerte, porque no cualquier senador o diputado tiene la posibilidad de que se aprueben leyes de autoría propia, de que se aprobara la ley que prohíbe el tabaquismo en lugares cerrados y previene sobre todos esos temas; la ley de glaciares; la ley de quema, que prohíbe la quema indiscriminada; la ley contra la violencia laboral; la incorporación del femicidio como figura del Código Penal; la ley contra el avenimiento en los casos de violaciones; la ley a favor de los celíacos. Y después leyes que son muy importantes para la Ciudad de Buenos Aires, como la ley de transferencia de la Justicia Penal, que todavía Macri no la puso a discutir en la Legislatura porteña y ya tiene tres años; la ley de cooperadoras escolares. Por otra parte, lamento que algunos de mis proyectos desgraciadamente hayan quedado en el camino, como el de residuos eléctricos y electrónicos, que no fue votada en Diputados; la de transparencia pública, una ley que presentamos con Marita Perceval y fue aprobada en el Senado pero no en Diputados. Pero termino este período como senador con la satisfacción de haber acompañado al Ejecutivo.
–¿Si es reelecto senador qué nuevos proyectos tiene?
–La ley de de conformación del organismo articulador del trasporte entre Ciudad, Provincia y Nación; la ley de pasaje de toda la Justicia la Ciudad; la ley de accesibilidad a los bienes culturales para discapacitados, una ley para que todos los teatros, museos, cines, tengan la obligación de tener mecanismos de acceso para los que tienen problemas de movilidad; la obligatoriedad de los subtítulos para películas argentinas para los sordomudos; guías auditivas para los ciegos en los museos; la ley que prohíbe fumar manejando, comer manejando, que está estudiado que son las causas máximas de accidentes automovilísticos; la ley de reservas marítimas, un equivalente a las reservas naturales pero en el mar. Además, la ley de aborto creo que es un tema que hay que discutir. Por supuesto los tiempos políticos para ese debate los tiene que fijar la Presidenta. Pero yo personalmente estaría de acuerdo en que se pueda avanzar en esa dirección.

Año 6. Edición número 278. Domingo 15 de Septiembre de 2013
Por Daniel Miguez