Pocos días atrás, en un alarde de falta de memoria o de conciencia democrática, Mauricio Macri proclamó que nunca las instituciones Argentinas estuvieron tan en peligro como en el momento actual. No había en esa afirmación registro de que en este país desde 1983 habían sucedido hechos tan graves como el levantamiento de Rico, las muertes de Kosteky y Santillán, la huida en helicóptero del presidente con su secuela de muertos, de «que se vayan todos» y los 5 mandatarios en 2 semanas y un lockaut patronal agropecuario que paralizó todas las rutas del país.
En ese mismo discurso Macri llamó a unificar la oposición contra el gobierno y lo logró. Una buena parte de ella corrió atrás de su convite esmerándose por mostrarse una vez más al servicio de las corporaciones.
Todos juntos: en esta declaración quienes nombraron cortes supremas adictas acusan de «falta de independencia de la justicia»; quienes reprimieron a un pueblo indefenso llaman a «que no haya un uso indiscriminado del poder»; quienes están procesados por utilizar el Estado de la Ciudad para el espionaje ilegal contra sus opositores, proclaman que están «contra la utilización de los organismos del Estado fuera de su finalidad»; quienes están acusados por otros co-firmantes de esta declaración de mafiosos, jefes del narcotráfico y fascistas proponen «no aceptar en silencio la persecución».
La falta de capacidad para aglutinarse por propuestas constructivas y proyectos comunes, los obliga a unirse para intentar socavar la legitimidad de un gobierno democrático. Un gobierno que generó las condiciones para que haya una libertad de expresión absoluta y que muestra un mayoritario apoyo popular basado en políticas que han favorecido el crecimiento, la conquista de derechos, la distribución del ingreso y la justicia social. Un gobierno que siempre ha priorizado la defensa de la democracia concibiéndola como el marco institucional en que todos, absolutamente todos los ciudadanos vean respetados sus derechos y se pueden resolver los conflictos sociales sin utilizar la represión. Se pueden quedar tranquilos los firmantes del documento, la democracia argentina goza de muy buena salud.