La Argentina tendrá desde el año próximo un Instituto Internacional para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos, el primero de su tipo en el mundo, que funcionará en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y contará con el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Así quedó confirmado ayer en la sede de la propia UNESCO en París, tras una maratónica sesión vespertina en la que el titular de Programa y Relaciones Externas del organismo, el senador Daniel Filmus, dejó por un momento su sitio de presidente para ocupar la banca argentina y realizar una encendida defensa del proyecto.
Probablemente, la historia de la creación del Instituto -cuyo sostén estará a cargo del Estado Nacional y al que la UNESCO ayudará reclutando apoyo financiero y mediante un firme respaldo político e institucional- deba remontarse al 24 de marzo de 2004. Ese día, en conmemoración de un nuevo aniversario del Golpe militar de 1976, el Gobierno argentino creó en el predio en el que funcionó la ESMA un museo denominado Espacio para la Memoria y para la Protección y Defensa de los Derechos Humanos. La iniciativa apuntaba a recuperar, proteger y transmitir la memoria y la historia de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por el terrorismo de Estado. Tres años después, en julio del 2007, el Gobierno argentino le propuso a la UNESCO la creación de un instituto internacional en ese espacio. Y ayer, los 58 miembros del Consejo Ejecutivo, acompañados por los demás representantes de los 193 países que integran el organismo, se hicieron eco de la iniciativa y terninaron de darle forma a aquel proyecto, cuya puesta en marcha se prevé para marzo.
Sentados delante de carteles con los nombres de sus respectivos países -todos en francés, claro-, formando un cuadrado de 20 metros de lado cuyo curioso centro contiene cuatro relojes digitales que les recuerdan a los oradores que no pueden extenderse más de tres minutos, los delegados ante el Consejo Ejecutivo de la UNESCO avalaron casi como un trámite la iniciativa argentina cuando en París eran casi las 11 de la noche. La unanimidad de la que gozó la iniciativa -avalada entre otros por la sumamente exigente representante de Estados Unidos, que la calificó como «muy pertinente», y por conmovedores intervenciones de Francia y Cuba-contrastó con los ríspidos debates que la precedieron, vinculados no con la proposición argentina sino con el rol de este tipo de centros y su financiamiento. Un cerrado aplauso coronó la iniciativa, y las felicitaciones de muchos de los presentes a la delegación nacional fue la última imagen de un salón a esa altura casi vacío.
En realidad, la propuesta que encabezó Filmus, y cuyos ejes son la educación en Derechos Humanos y la Memoria, había recibido un espaldarazo decisivo el 11 de julio de este año, cuando quedó aprobado un estudio de viabilidad elaborado en forma conjunta por la UNESCO y un equipo de expertos argentinos e internacionales. El Centro, que será conducido por un director a designar por la presidenta Cristina Fernández, tendrá como objetivo central «promover la profundización del sistema democrático, la consolidación de los derechos humanos y la prevalencia de los valores de la vida, la libertad y la dignidad humana». Además, «promoverá la investigación científica en relación con la desaparición forzada de personas, la tortura y el exterminio, así como el análisis, la presentación y la conservación de los resultados en un marco de cooperación internacional».
Desde el primer piso de la sala, las traductoras de los seis idiomas oficiales de la UNESCO -inglés, francés, español, ruso, chino y árabe- ya habían explicado, en ocasión del tratamiento del proyecto, que el Gobierno argentino se compromete a garantizar que el Centro sea una instutución autónoma en el marco de la legislación nacional, y que el Poder Ejecutivo tiene previsto en una primera etapa invertir siete millones de dólares en la ex ESMA para realizar tareas de mejora y renovación, seguridad, limpieza y mantenimiento de locales, instalaciones y equipos. Las actividades serán planificadas y supervisadas por un Consejo de Administración del que formarán parte, entre otros, representantes de los Ministerios de Educación y de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos.
Ayer, cuando en París era noche cerrada y mientras algunos delegados como el kuwaití dormían con escaso dismulo, el trabajo de la presidencia del Consejo Ejecutivo apenas consistió en repetir el título del proyecto anunciado por Filmus y la aprobación de su puesta en marcha. Por cuestiones formales, el senador argentino abandonó la posición que decía «Presidente» y recorrió a paso rápido los diez metros que lo separaban de la silla con el cartel «Argentine», desde la que defendió la propuesta.
La jornada de ayer, en realidad la segunda de esta 108a. sesión del Consejo Ejecutivo, había comenzado de mañana con la conducción de la titular del Programa de Finanzas, la libanesa Samira Hanna-El-Daher, con un debate respecto de la ejecución del presupuesto de la UNESCO y de algunas dificultades surgidas con la excesiva contratación de personal. Todo bastante aburrido, a juzgar por los bostezos de algunos delegados. Comenzada la tarde, los máximos esfuerzos se invirtieron en reordenar los proyectos a tratar y en discutir cuestiones semánticas. Ocho horas después, sin aplausos, discusiones mediáticas, impostaciones ni votos no positivos, quedó la satisfacción de argentinos, dominicanos y nigerianos, cuyas tres propuestas -bien diferentes enre sí– fueron aprobadas. Lo disfrutaron el embajador argentino ante la UNESCO, Miguel Angel Estrella, y el director del canal Encuentro (que funcionará en el nuevo Instituto), Ignacio Hernaiz. Las 17 hectáreas en las que funcionó la ESMA y la necesidad de recordar y entender el pasado esperan con igual entusiasmo que el proyecto se ponga en marcha.
<blockquote>Hay otra historia detrás de la decisión de la UNESCO de apoyar la creación de un instituto internacional de educación en derechos humanos en la Argentina. Una historia que comenzó a tejerse en 2007 cuando, luego de ocho años, el país volvió a integrar el Consejo Ejecutivo de este organismo creado en 1945. Tras el reingreso, el representante argentino, Daniel Filmus, pasó a presidir la Comisión de Programa y de Relaciones Exteriores del Consejo. Y también fue electo en 2007 como titular de un grupo de trabajo compuesto por 12 países, organismos internacionales, bancos de desarrollo y redes de la sociedad civil destinado a promover una iniciativa mundial de canje de deuda por educación.
Aquella iniciativa sirvió para elevar el perfil y la favorable consideración general del senador argentino, que encontró en Ignacio Hernaiz, un viejo conocedor de los pasillos de la UNESCO y un hombre de larga trayectoria en el ámbito de la educación, el aliado ideal para impulsar la creación del instituto.
Ellos, junto con la delegación argentina en el organismo, optaron por presentar el proyecto en la Comisión de Ciencias Sociales y Humanas, que dirige el senegalés Pierre Sanné, y no en la de Educación, lo que aseguró un tratamiento mucho más expeditivo. La visita de Sanné (un hombre de reconocida sensibilidad) a la ESMA, en febrero último, significó un nuevo espaldarazo. Pero faltaba la estocada final: el 7 de abril, el Consejo Ejecutivo recibió por primera vez la visita de un jefe de Estado: Cristina Fernández de Kirchner habló en París, le contó la idea al director general de la UNESCO, el japonés Koichiro Matsuura, y se comprometió a apoyar la creación del Instituto. «Lo quiero inaugurar formalmente para el bicentenario», dicen que dijo delante de ministros propios y funcionarios ajenos. Lo hará, según parece.</blockquote>