Malvinas, la zona más militarizada del mundo

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Este 2 de abril, fecha en que los argentinos conmemoramos el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, ocurre en un contexto muy particular. Con el injustificado e inverosímil argumento de que Argentina significa “una amenaza muy viva” de una agresión armada en las Islas Malvinas, el secretario de Defensa británico acaba de declarar ante el Parlamento de su país que incrementarán sensiblemente su inversión en armamentos con destino a las islas. Prometió un esfuerzo presupuestario adicional de 180 millones de libras (cerca de 268 millones de dólares) para los próximos diez años.

Es evidente, aun para las propias autoridades británicas, que se trata de un argumento totalmente insostenible. Desde el retorno a la democracia en 1983, Argentina ha hecho del reclamo pacífico por la recuperación del ejercicio de la soberanía una verdadera política de Estado y ha sostenido que el diálogo bilateral con el Reino Unido, en los términos que plantea la resolución 2065 de las Naciones Unidas, es el único camino válido para la negociación. Esta ha sido la posición que llevó nuestra presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, al Comité de Descolonización de la ONU al cumplirse 180 años de la ocupación británica en 2013. También la que todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria han refrendado en 2012 al aprobar por unanimidad la Declaración de Ushuaia.

Además, a partir del trabajo de nuestra Cancillería hemos sido acompañados en este reclamo no sólo por la ONU, sino por un conjunto de organismos multilaterales como la OEA, Unasur, Celac, Mercosur, G-77 + China, las cumbres de países africanos y árabes.

A primera vista resulta incomprensible que la potencia colonial con capacidad nuclear que se niega sistemáticamente al diálogo considere a la Argentina como una amenaza. También parece difícil de entender por qué convirtió las Malvinas en la zona más militarizada del mundo, con un soldado cada dos habitantes. El ex viceprimer ministro británico John Prescott acaba de afirmar en Daily Mirror que “… es oportuno recordar que gastamos 65 millones de libras (100 millones de dólares) CADA AÑO en las Islas Malvinas, habiendo invertido desde 1982 a la fecha más de 1000 millones de libras (1540 millones de dólares) en mantener a los isleños, es decir 500.000 libras (unos 770.000 dólares) por habitante”.

Lo que aparentemente es incomprensible se puede tornar transparente cuando se pone en evidencia que quien realiza semejante inversión en armas y soldados utiliza la defensa de los isleños sólo como pretexto. Su verdadero interés es el mantenimiento de una importante base militar en una zona geopolíticamente estratégica por su cercanía a la Antártida y al corredor bioceánico y por las riquezas renovables y no renovables que pretenden arrebatar a sus legítimos dueños, los 40 millones de argentinos. No es casualidad que en momentos en que se anuncia este incremento del gasto militar acaba de llegar a las islas la plataforma petrolera Eirik Raude con el objetivo de explorar la zona en busca de hidrocarburos, sabiendo que su accionar entraña un enorme peligro ecológico. Al mismo tiempo y como en los tiempos de Thatcher, el actual gobierno conservador que en mayo próximo va por un tercer mandato de David Cameron, pretende utilizar el fantasma de un conflicto bélico y la exacerbación del espíritu colonialista de parte de su población con fines electorales.

Está claro que Argentina no es ninguna amenaza bélica. Es al Reino Unido a quien vemos participando en muchos de los conflictos armados que lamentamos hoy en el mundo. Es su vocación expansionista y hegemónica la que inventa amenazas para justificar el sostenimiento de situaciones coloniales imposibles de aceptar en pleno siglo XXI.

Como lo ha señalado en numerosas ocasiones Cristina Kirchner, continuaremos defendiendo de la mano de nuestra legislación y del derecho internacional las riquezas que los británicos pretenden llevarse en forma ilegítima. Con la persistencia y paciencia que caracteriza al pueblo argentino, seguiremos reclamando por un orden internacional más justo donde los diferendos puedan ser resueltos por la vía diplomática sin importar el poderío militar que posea cada país. Estamos convencidos de que este 2 de abril el mejor homenaje que podemos hacer a quienes combatieron en Malvinas es comprometernos en mantener firme nuestro reclamo de soberanía, seguros de que la paz y la negociación son el único camino para lograr que nuestra bandera vuelva a flamear en las islas.

Por Daniel Filmus,  Secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Columna publicada el 2 de abril de 2015 en Página/12