Repudio a la intolerancia y la discriminación

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Nuestro país ha acuñado desde sus orígenes y en diferentes momentos de su historia, una notable tradición de respeto por la diversidad y la integración. La República Argentina se ha forjado a partir de la incorporación en distintas camadas de inmigrantes, que han llegado a nuestra tierra en busca de trabajo y un porvenir digno para sus familias. Muchos de ellos habían dejado su tierra natal víctimas de situaciones de extrema pobreza. Otros en cambio, lo hicieron obligados por la persecución política y la intolerancia religiosa.

Esta noble raigambre, que debe enorgullecernos, posibilitó que exiliados de muchísimos países, llegados en diferentes corrientes inmigratorias, encontraran un lugar en el mundo y en él convivieran y se desarrollaran fraternalmente y en armonía.

Identificada con los principios de esa idiosincrasia integradora y pacifista, que no hizo distinciones raciales, religiosas o políticas, la sociedad argentina es profundamente agraviada cuando surgen expresiones públicas de intolerancia contra cualquier sector de la población. Por ello el pueblo argentino se siente particularmente agraviado a partir de las expresiones antisemitas que sectores intolerantes manifestaron a través de declaraciones y pintadas callejeras.

Porque las manifestaciones de odio ofenden y lastiman no sólo a la comunidad agredida en cuestión, sino a toda una nación que ve amenazados sus principios y los valores democráticos que a lo largo de la historia tanto le costó defender.

Es necesario recuperar lo mejor de esa arraigada tradición de paz y no discriminación, y exigir el pleno respeto a los derechos humanos y a la dignidad de las personas sin importar la condición étnica, cultural, religiosa ni política. Para eso, el conjunto de la sociedad y sus instituciones deben rechazar, repudiar y condenar enérgicamente toda manifestación de antisemitismo o toda otra forma de discriminación.